Resumen Un viejo que leía novelas de amor. Luis Sepulveda.
Segundo capitulo
El alcalde del Idilio era el único funcionario del estado y máxima autoridad.
Continuamente sudaba, ganándose el apodo de “Babosa”, y los rumores decían que había sido enviado al Idilio como castigo por desfalcos anteriores.
Desde su llegada se hizo odiar, pues comenzó a cobrar impuestos y a vender permisos de pesca y caza en un territorio ingobernable.
El alcalde llegó al muelle y ordenó subir el cadáver. Era un rubio de unos 40 años.
-¿Dónde lo encontraron?
-Rio arriba. A dos días de aquí- respondió un Shuar.
-Déjenme ver la herida- ordenó el alcalde.
-El cadáver presentaba un desgarro que comenzaba en el mentón y terminaba en el hombro.
-Ustedes lo mataron- dijo el alcalde a los Shuar- lo despacharon de un machetazo, ¡se ve clarito!
-No, Shuar no matando.
El alcalde lo golpeo y ordenó llevarlos como prisioneros.
-Disculpe – dijo Antonio José Bolívar – usted esta cagando fuera del tiesto.
-Y tú ¿Qué sabes?
-Yo sé lo que veo ¿ve que no es uno sino 4 tajos? No hay machetes de 4 hojas. Es un zarpazo de tigrillo adulto ¡huela!
El alcalde y otros curiosos se acercaron,
-Huelo a muerto y gusanos- dijo el acalde.
-Apesta a meado de gato- dijo un curioso.
-Claro¡¡ – dijo José Bolívar – debe sr una hembra que busca al macho y lo meo para marcarlo.
-Cuentos de viejas. Estos selváticos lo mataron para robarle.
El dentista revisó el cadáver y encontró un reloj, brújula, cartera con dinero, etc. Y en la mochila municiones de escopeta y cinco pieles de tigrillo muy pequeños.
Los Shuar saltaron a las canoas.
-Déjelos marchar- dijo José Bolívar- Piense excelencia, la hembra salió a cazar para amamantar a las crías, el macho se quedó a cuidarlos, y el gringo los mató y se llevó sus pieles, las que la hembra rastreó y llegó donde el gringo a quien mató, ahora para la hembra todos los hombres somos asesinos y cada día estará más loca. Los Shuar deben avisar a su caserío y a los cercanos. Déjelos ir y pídales que le avisen a los buscadores de oro, una tigrilla en más peligrosa que 20 asesinos juntos.
El alcalde se retiró sin decir nada a su oficina, debía hacer el parte oficial y preservar el cuerpo con sal para que llegara presentable hasta el final del viaje.
El aire se notaba más caliente y espeso, la tormenta se acercaba.
-Antonio José Bolívar- dijo el dentista- no sabía que eras detective, dejaste mudo al alcalde. Con todo esto se me había olvidado, te traje 2 libros.
-¿De amor?- y se le encendieron los ojos.
Antonio José Bolívar Proaño leía novelas de amor y en cada uno de sus viajes, el dentista le proveía de lectura.
-¿Son tristes?- preguntaba el viejo
-Para llorar a mares- aseguraba el dentista.
-¿Sufren mucho?
-Casi no pude soportarlo.
Pero el doctor Rubicundo Loachamin no leía las novelas, para eso se las encargaba a Josefina, una negra del burdel que leía y seleccionaba cada 6 meses las dos novelas, que a su juicio, deparaban mayores sufrimientos.
El viejo recibió los libros, examinó las tapas y declaró que le gustaban.
Fumaron o bebieron mirando el rio.
-Antonio José, te veo pensativo.
-Tiene razón, no me gusta nada el asunto del gringo. Un bicho así, por muy hambreado que este, no deja de ser vigoroso.
Las campanas del Sucre anunciando la partida los obligaron a despedirse.
El viejo permaneció en el muelle hasta perder de vista el barco y apretando los libros junto al pecho, se dirigió a su choza.
muchas gracias hermano